sábado, 4 de junio de 2011

¿quienes son quienes?

A raíz de la obra que estamos montando en conjunto Huérfanos con Esperanza y Espacio Boris, Lengua Sucia, comienzo a cuestionarme (nuevamente) el sistema en que estamos insertos y más aún el rol que cada uno juega en él. Si bien el pobre es siempre el perjudicado, el que nace muerto,etc... ¿la clase media, existe? ¿tiene vida? ¿tiene opciones reales? ¿o es otro artificio más en este ajedrez de lo real?, muchos levantan orgullosos la bandera de Mayo del 68 como una respuesta al sistema imperante, pero me vuelvo a preguntar es legitimo levantar esa bandera tanto en ese momento como 43 años despues, en ese momento Pier Paolo Pasolini escribio al respecto y fue bastante abuchado por las masas, sin embargo hace algunos dias empezo a circular por Youtube un video de una señora que increpada desde su discurso razones muy parecidas a las de PPP sobre, nuestro estatus y el de la policia, cada uno a su estilo, pero creo que vale la pena "echarle una analizada" a ambos discursos.


El PCI para los jóvenes

por Pier Paolo Pasolini.

Es triste. La polémica contra el PCI debería haberse hecho en la primera mitad de la década pasada. Están retrasados, hijos. Y no importa si entonces ustedes aún no habían nacido... Ahora los periodistas de todo el mundo (incluidos los de la televisión) les lamen (como creo que aún se diga en el lenguaje de las universidades) el culo. Yo no, amigos. Tienen caras de hijos de papá. Buena raza no miente. Tienen el mismo ojo ruin. Son miedosos, ambiguos, desesperados (¡muy bien!) pero también saben como ser prepotentes, chantajistas y seguros: prerrogativas pequeño-burguesas, amigos.
Cuando ayer en Valle Giulia pelearon con los policías, ¡yo simpatizaba con los policías! Porque los policías son hijos de pobres. Vienen de las periferias, campesinas o urbanas. En cuanto a mí, conozco muy bien su vida desde niños a muchachos, las inestimables mil liras, el padre un muchacho también, a causa de la miseria, que no da autoridad. La madre encallecida como un changador, o tierna, a causa de alguna enfermedad, como un canarito; y tantos hermanos; la casucha entre los huertos con la salvia roja (en terrenos de otros, loteados); los bajos fondos sobre las cloacas; o los departamentos en los grandes conglomerados populares, etc.
Y además, miren cómo los visten: como a payasos, con esa tela rústica que apesta a rancho, galpones y pueblo. Lo peor de todo es, por supuesto, el estado psicológico al que los reducen (por unas cuarenta liras al mes): sin sonreír ya nunca más, sin más amistad con el mundo, separados, excluidos (en una exclusión incomparable); humillados por su pérdida de calidad de hombres por la de policías (ser odiados lleva a odiar).
Tienen veinte años, la edad de ustedes, queridos y queridas. Estamos obviamente de acuerdo contra la institución policial. ¡Pero agárrenselas contra el Poder Judicial, y verán! Los muchachos policías que ustedes por sacro vandalismo (de selecta tradición resurgimental) de hijos de papá, han apaleado, pertenecen a la otra clase social.
En Valle Giulia, ayer, hemos tenido un fragmento de lucha de clase: y ustedes, amigos (aunque de la parte de la razón) eran los ricos, mientras que los policías (que estaban de la parte equivocada) eran los pobres. ¡Linda victoria, entonces, la de ustedes! En estos casos, a los policías se les dan flores, amigos.
Popolo y Corriere della sera, Newsweek y Monde les lamen el culo. Son sus hijos, su esperanza, su futuro: si les recriminan ¡no se preparan por cierto a una lucha de clase contra ustedes! Cuanto más, a la vieja lucha intestina. Para quien, intelectual u obrero, está fuera de esta lucha de ustedes, es muy divertida la idea de que un joven burgués muela a palos a un viejo burgués, y que un viejo burgués mande a la cárcel a un joven burgués. Suavemente estulos tiempos de Hitler retornan: la burguesía ama castigarse con sus propias armas. Pido perdón a aquellos mil o dos mil jóvenes hermanos míos que operan en Trento o en Turín, en Pavía o en Pisa, en Florencia y un poco también en Roma, pero tengo que decir: el Movimiento Estudiantil no frecuenta los evangelios cuya lectura sus aduladores de mediana edad les atribuyen, para sentirse jóvenes y crearse inocencias chantajistas.
Sólo una cosa los estudiantes realmente conocen: el moralismo del padre magistrado o profesional, la violencia conformista del hermano mayor (naturalmente encaminado por la vía del padre), el odio a la cultura de su madre, de orígenes campesinos, aunque ya lejanos. Esto, queridos hijos, es lo que ustedes saben. Y lo aplican a través de dos inderogables sentimientos: la conciencia de vuestros derechos (se sabe, la democracia los toma en consideración sólo a ustedes) y la aspiración al poder. Sí, sus slogans mencionan siempre la toma del poder. Leo en sus barbas ambiciones impotentes, en sus palideces snobismos desesperados, en sus ojos huidizos disociaciones sexuales, en su rebosante salud prepotencia, en su escasa salud desprecio (sólo en aquellos pocos entre ustedes que viene de la burguesía ínfima, o de alguna familia obrera, estos defectos tienen cierta nobleza: ¡conócete a ti mismo y a la escuela de Barbiana!).
Ustedes ocupan las universidades pero digan que la misma idea la realicen los jóvenes obreros. Y entonces: ¿Corriere della sera y Popolo, Newsweek y Monde tendrán tanto interés en tratar de comprender sus problemas? ¿La policía se limitará a recibir algunos golpes dentro de la fábrica ocupada? Es una observación banal; y chantajista. Pero sobre todo vana: porque ustedes son burgueses y, por lo tanto, anticomunistas. Los obreros, ellos, han quedado en 1950 y más atrás incluso. Una idea antigua como la de la Resistencia (que debía ser contestada hace veinte años, y peor para ustedes si no habían nacido) vive todavía en los pechos populares, en la periferia. Será que los obreros no hablan ni el francés ni el inglés, y sólo alguno, pobrecito, por la noche, en la sede del Partido, se afana en aprender un poco de ruso.
Acábenla con seguir pensando en sus derechos, acábenla con pedir el poder. Un burgués redimido debe renunciar a todos sus derechos, y erradicar de su alma, de una vez por todas, la idea del poder. Todo eso es liberalismo: déjenselo a Bob Kennedy. Maestros se hacen ocupando fábricas, no en las universidades, sus aduladores (también comunistas) no les dicen la sencilla verdad: que son una nueva especie idealista de “qualunquistas” como sus padres, como sus padres, todavía, hijos. En efecto, ¡los estadounidenses, vuestros adorables coetáneos, con sus insensatas flores, se están inventando, ellos mismos, un lenguaje revolucionario “nuevo”!
¡Se lo inventan cada día! Pero ustedes no pueden hacerlo porque en Europa ya tienen uno: ¿lo pueden ignorar? Sí, ustedes quieren ignorarlo (con gran satisfacción del Times y del Tempo). Lo ignoran yendo, con el moralismo de las profundas provincias, “más a la izquierda”. Es extraño, abandonando el lenguaje revolucionario del pobre, del viejo, togliattiano, oficial Partido Comunista, han adoptado una variante herética pero en base a la jerga más baja de los sociólogos sin ideología (o de los papis burócratas). Hablando así, piden todo de palabra, mientras, en los hechos, piden sólo eso a lo cual tienen derecho (como buenos hijos burgueses): una serie de improrrogables reformas, la aplicación de nuevos métodos pedagógicos, la renovación de un organismo estatal.
¡Buenos! ¡Santos sentimientos! ¡Que la buena estrella de la burguesía los asista! Embriagados por la victoria contra los jovencitos de la policía constreñidos por la pobreza a ser siervos, (y emborrachados por el interés de la opinión pública burguesa, con la que se comportan como mujeres sin amor, que ignoran y maltratan al pretendiente rico) ponen a un lado el único instrumento verdaderamente peligroso para combatir contra sus padres: es decir, el comunismo.
Espero que hayan comprendido que comportarse como puritanos es un modo de impedirse una acción revolucionaria verdadera. ¡Pero vayan, más bien, hijos, a tomar Federaciones! ¡Vayan a invadir Sedes! ¡Vayan a ocupar las oficinas del Comité Central! ¡Vayan, vayan a acampar en Via delle Botteghe Oscure! Si quieren el poder, apodérense, al menos, del poder de un Partido que está todavía en la oposición (aunque un poco golpeado, por la autoridad de señores en modestos sacos cruzados, bochófilos, amantes de la litotes, burgueses coetáneos de sus estúpidos padres) y tiene como objetivo teórico la destrucción del Poder.
Que él se decida a destruir, mientras tanto, lo que de burgués hay en él, lo dudo mucho, incluso con el aporte de ustedes, si, como decía, buena raza no miente... De todos modos: ¡¡el PCI para los jóvenes!!

Pero, ay, ¿qué les estoy sugiriendo? ¿Qué les estoy aconsejando? ¿A qué los estoy incitando? ¡Me arrepiento, me arrepiento! He tomado el camino que conduce al mal menor que Dios me maldiga. No me escuchen. ¡Ay, ay, ay, extorsionado extorsionador estaba dando aliento a las trompetas del buen sentido! Me he detenido justo a tiempo, salvando al mismo tiempo, el dualismo fanático y la ambigüedad... Pero he llegado al borde de la vergüenza...
(¡Oh Dios! ¿debo tomar en consideración la eventualidad de hacer junto a ustedes la Guerra Civil dejando a un lado mi vieja idea de Revolución?)



APOLOGIA

P. P. P., Roma

¿Qué son los “versos malos” (como presumiblemente estos, de “¡El PCI para los jóvenes!!”). Es muy simple, los versos malos son aquellos que no bastan por símismos para expresar lo que el autor quiere expresar: es decir, donde las significaciones están alteradas por las co-significaciones y, al mismo tiempo, las co-significaciones oscurecen las significaciones.
Ya se sabe que la poesía toma los signos de diversos campos semánticos, haciéndolos ensamblar, a menudo arbitrariamente; por lo tanto, hace de cada signo una especie de estratificación de la cual cada estrato corresponde a una acepción del signo extraída de un campo semántico diverso, pero provisoriamente unidos con los otros (gracias a un demonio).
Entonces; los versos malos son comprensibles, pero para comprenderlos es necesario cierta buena voluntad. Dudo de la buena voluntad de muchos de los lectores de estos malos versos: también porque, en muchos casos, deberé prever para ellos, por así decir, “una mala voluntad con buena fe”. Es decir, una pasión política tan válida como la mía, que tiene esperanzas y amarguras, ídolos y odios como la mía.
Quede claro que a estosmalos versos los he escrito sobre diversos registros contemporáneamente: y, por lo tanto, están todos “desdoblados”, es decir, son irónicos y auto-irónicos. Todo está dicho entre comillas. Las estrofas sobre los policías es un fragmento de ars retorica, que un escribano boloñés enloquecido podría definir, en este caso, una captatio malevolentiae: las comillas son, por lo tanto, las de una provocación. Espero que la mala voluntad de mi buen lector “acepte” la provocación, dado que se trata de una provocación a nivel de simpatía. (Las que no se aceptan son las provocaciones de los fascistas y de la policía). Entre comillas están también, por ejemplo, los segmentos correspondientes a los viejos obreros que van a aprender ruso durante la noche a la sede del Partido, y la evolución del viejo, bueno y achacado PCI: además del hecho que objetivamente esa figura de obrero y de PCI corresponde también a la “realidad”; aquí, en esta poesía mía son figuras retóricas y paradójicas: también provocadoras.
El único fragmento no provocador, aunque dicho en un tono fatuo, es el exhortatorio final. Aquí sí presento, aunque a través de la pantalla irónica y amarga (no podía convertir de golpe al demonio queme ha frecuentado, inmediatamente después de la batalla de Valle Giulia —insisto en la cronología sobre todo también por los no filólogos), un problema “verdadero”, en el futuro se coloca un dilema: ¿guerra civil o revolución?
No puedo hacer como muchos de mis colegas, que fingen confundir las dos cosas (¡o las confunden verdaderamente!), y arrebatados por la “psicosis estudiantil” se han dejado caer como cuerpos muertos de parte de los estudiantes (adulándolos, y obteniendo su desprecio); no puedo ni siquiera afirmar que toda posibilidad revolucionaria se haya agotado, y que, por consiguiente, es necesario optar (como con un destino histórico diverso ocurre en Estados Unidos o en la Alemania Occidental) por la “guerra civil”. En efecto, a la guerra civil la burguesía la combate contra sí misma, como ya he repetido varias veces. Ni, en fin, tampoco soy tan cínico (como los franceses) como para pensar que se podría realizar la revolución “aprovechando” la guerra civil desencadenada por los estudiantes —para después hacerlos un lado, o quizás eliminarlos. Es desde este estado de ánimo que han nacido estos malos versos, cuyo carácter dominante es, de todos modos, la provocación (que manifiestan indiscriminadamente, a causa de su fealdad). Pero, éste es el punto, ¿por qué he sido tan provocador con los estudiantes (tanto que algún servil diario patronal podría especular con ello)?
La razón es clara: hasta mi generación, incluso, los jóvenes tenían frente a sí a la burguesía como un “objeto”, un mundo “separado” (separado de ellos, porque, naturalmente, hablo de jóvenes excluidos, excluidos por un trauma: y tomemos como trauma típico el de Lenin jovencito de diecinueve años que ha visto al hermano ahorcado por las fuerzas del orden). Nosotros podíamos mirar la burguesía, así objetivamente, desde afuera (aunque estábamos horrendamente implicados en ella, historia, escuela, iglesia, angustia): el modo de mirar objetivamente a la burguesía se nos ofrecía, según un esquema típico, gracias a la “mirada” posada sobre ella de eso que no era burgués: obreros y campesinos (de lo que después se habría llamado el Tercer Mundo). Por eso, nosotros, jóvenes intelectuales de hace veinte o treinta años (y, por privilegio de clase, estudiantes), podíamos ser anti-burgueses incluso fuera de la burguesía: a través de la óptica que nos ofrecían las otras clases sociales (revolucionarias, o revoltosas que fueran).
Hemos crecido, entonces, con la idea de la revolución en lamente: de la revolución obrera-campesina (Rusia del ‘17, China, Cuba, Argelia, Vietnam). Por consiguiente, hemos hecho del odio traumático hacia la burguesía, también una justa perspectiva en donde integrar nuestra acción: en un futuro no evasivo (al menos parcialmente, porque todos somos un poco sentimentales).
Para un joven de hoy la cosa se presenta distinta. Para él es mucho más difícil mirar a la burguesía objetivamente a través de la mirada de otra clase social. Porque la burguesía está triunfando, está volviendo burgueses a los obreros, por una parte, y a los campesinos ex coloniales, por la otra. En suma, a través del neocapitalismo, la burguesía se está convirtiendo en la condición humana. Quien ha nacido en esta entropía, no puede de ninguna manera, metafísicamente, estar fuera. Todo ha acabado. Por eso provoco a los jóvenes, ellos son, presumiblemente, la última generación que ve a los obreros y a los campesinos: la próxima generación no verá a su alrededor más que la entropía burguesa.
Ahora bien, personalmente (mi privada exclusión, mucho más atroz que la que le toca, supongamos, a un negro o a un hebreo, desde muchacho) y públicamente (el fascismo y la guerra, con los que he abierto los ojos a la vida: ¡cuántos ahorcamientos, cuántas ejecuciones!) estoy demasiado traumatizado por la burguesía, y mi odio hacia ella es ya patológico. No puedo esperar nada de la burguesía, ni en cuanto totalidad, ni en cuanto creadora de anticuerpos contra ella misma (como sucede con las entropías. Los anticuerpos que nacen en la entropía estadounidense sólo tienen vida y razón de ser porque en Estados Unidos están los negros: los cuales tienen para un joven estadounidense la función que han tenido para nosotros cuando éramos jóvenes los obreros y los campesinos pobres).
Dadami desconfianza “total” hacia la burguesía, rechazo, por lo tanto, la idea de la guerra civil, que quizás a través del estallido estudiantil, la burguesía combatiría contra sí misma. Ya los jóvenes de esta generación, diría, son físicamente mucho más burgueses que nosotros. ¿Entonces? ¿No tengo derecho a provocarlos? ¿De qué otro modo ponerme en relación con ellos, sino es así? El demonio que me ha tentado es un demonio, como se sabe, lleno de vicios: esta vez ha tenido también el vicio de la impaciencia y del desamor por esa vieja obra artesanal que es el arte; ha hecho un sólo burdomazo de todos los campos semánticos que son sede de las comunicaciones no lingüísticas: presencia física y acción... Para concluir, entonces, los jóvenes estudiantes de hoy, pertenecen a una “totalidad” (los “campos semánticos” sobre los cuales, ya sea a través de la comunicación lingüística como a través de la no-lingüística, semanifiestan), están estrechamente unificados y cercados: entonces, ellos no están en condiciones, creo, de comprender por sí mismos que, cuando se definen “pequeños-burgueses” en sus autocríticas, comenten un error elemental e inconsciente.
En efecto, el pequeño-burgués de hoy ya no tiene abuelos campesinos: sino bisabuelos o tal vez tatarabuelos; no ha vivido una experiencia anti-burguesa revolucionaria (obrera) pragmáticamente (y ésta es la causa de los inanes tanteos en búsqueda de los compañeros obreros); ha experimentado, en cambio, el primer tipo de cualidad de vida neocapitalista, con los problemas de la industrialización total. El pequeño-burgués de hoy, entonces, ya no esmás el que es definido por los clásicos del marxismo, por ejemplo Lenin. (Como, tampoco, la China actual ya no es más la China de Lenin: y, por lo tanto, citar el ejemplo de la “China” del librito sobre el imperialismo de Lenin, sería una locura). Además, los jóvenes de hoy (que se apuren a abandonar también la horrible denominación clasista de estudiantes, y a convertirse en jóvenes intelectuales) no se dan cuenta en qué medida es repelente un pequeño-burgués de hoy: y que a ese modelo se están conformando tanto los obreros (pese al persistente optimismo del canon comunista) como los campesinos pobres (pese a la mitificación realizada por los intelectuales marcusianos y fanonianos, me incluyo, pero ante litteram). A esa conciencia maniquea del mal burgués entonces los estudiantes pueden llegar (para recapitular):
a. reanalizando —fuera tanto de la sociología como de los clásicos del marxismo—los pequeños burgueses que son (que nosotros somos) hoy.
b. abandonando la propia autodefinición ontológica y tautológica de “estudiantes” y aceptando ser simplemente “intelectuales”.
c. realizando la última elección aún posible—en la vigilia de la identificación de la historia burguesa con la historia humana—en favor de lo que no es burgués (cosa que ellos ya sólo pueden hacer sustituyendo la fuerza de la razón por las razones traumáticas personales y públicas a las que me refería: operación, ésta, extremadamente difícil, que implica un auto-análisis “genial” de sí mismos, fuera de toda convención).


*¡¡El PCI para los jóvenes!! (Apuntes en verso para una poesía en prosa seguidos de una ‘Apología’)” de Pier Paolo Pasolini. Publicado originalmente en Nuovi Argomenti, nº 10, abril-junio de 1968. Recogido en Pier Paolo Pasolini: Empirismo herético. Introducción, traducción y notas de Esteban Nicotra (Córdoba, Editorial Brujas, 2005).*

***En mi caso, tomados de http://www.ccpe.org.ar/transatlantico/05/pci-para-los-jovenes.htm***