sábado, 11 de enero de 2014

Tarde de parque (Rivadavia)

Después de un intento fallido por ir a grabar Cramber (una extraña serie de ciencia ficción que está grabando un amigo y compañero del taller de Perrone), ya que la línea de tren Sarmiento, como suele suceder estaba cortada, me vine para el centro de Caballito en busca de un regalo para Juanchi (sobrino de Mer, que es mi nuevo amigo porque me cae bien, con Mer ya no estamos juntos pero somos amigos, vale la pena aclarar y declarar la soltería). Como suele suceder y pese a que está vez miré otras cosas, terminé comprando libros, dos para Juanchi, dos para mi y uno para Mer (que lo estoy leyendo antes de regalarlo, y ahora me lo quiero para mi porque me encanta Graciela Cabal).

Ya que andaba por aquí, tenía agua, mate y yerba en la mochila (por lo del tren a Moreno, allá grabamos Cramber), cambie mi antojo y casi hábito de ir a cafés, por mate, pasta frola, libro y parque. Me puse a leer y he aquí lo raro, primero un viejito se me pone a hablar de lo bueno que es leer en el parque y algunas divagaciones sobre la historia del parque, mezclado con comentarios políticos anarquistas y otros bastante fascistas a la vez. Luego un chabon de los que venden Hecho en Buenos Aires, me ofreció la revista al decirle que estaba leyendo otra cosa y no me quedaba plata, porque la gasté en libros, me pidió si le podía leer algo, mientras se tomaba un mate (de mi mate), le leí como 20 páginas, anotó sobre una de sus revistas el nombre de Graciela Cabal y se fue diciéndome que otro día le siguiera leyendo (casi ni tomó mate). Acto seguido viene un pelado con pinta de personal trainer a ofrecerme medias, le digo que no, me pregunto si me gusta leer, le digo que si, me regala dos libros de su mochila y se va. Eran libros chotos, pero a esas alturas ya no entendía.
Mientras escribo, un señor muy de traje me entrega un papel de "Cristo es la solución", enfrente tengo dos señoras de cuarta edad, lentes fashion, ropa de dama mayor y zapatillas Nike flúor y un ex drogadicto, sin trabajo con una bebita me ofrece llaveros con destapador y formas de diversos animales. Pasa un hombre vendiendo "helados, helados fríos, fríos los helados".
Demás está decir que del libro, llevo 40 páginas en casi dos horas. El mate se enfrió.


Ps: Un señor que estaba sentado al principio, cuando llegué, en la banca frente a la mía, se había ido hace algún rato, ahora pasa y me pregunta si soy escritor, no (silencio incómodo), ¿Pero me puede dar una moneda para llegar a Liniers que el tren está cortado? Eso no se lo cuestiono y a como ya el día supera mi capacidad de comprensión, le di un billete de $2. Ahora pienso, que para el bondi el billete no le sirve un carajo. En fin, hoy no era un día para leer al parecer.

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